Una curiosidad del coleccionismo de Santiago Rusiñol

Como es bien sabido el coleccionismo de Santiago Rusiñol dio como resultado la reunión en el Cau Ferrat de un conjunto diverso de colecciones diferentes que nos da a entender la intensa actividad coleccionista desplegada por éste a lo largo de su vida. La cantidad y calidad de muchas de las piezas que reúnen sus colecciones de pintura y dibujo, de tallas y esculturas, de mobiliario y de arqueología junto a las de las colecciones artesanales de vidrio, cerámica e hierro forjado, nos da en cierto modo la medida de una pasión extraordinaria por coleccionar que junto a la fecundidad de su producción pictórica y literaria, cerca un millar de cuadros y unos cien titulos literarios, nos revela a un artista sorprendentemente prolífico en todos los sentidos.

Al hablar del coleccionismo de Rusiñol quizá faltó por hacer alguna consideración objetiva sobre sus colecciones sino hubiéramos preferido centrar nuestra atención en comprender el perfil psicológico y emocional de una artista que también coleccionaba, antes que apreciar en detalle el interés o el valor de las colecciones en sí. Pero éstas siempre serán objeto de estudio de los especialistas y ante su erudición poco o nada nos queda por añadir mientras que las ideas estéticas de nuestro artista nos hablan a cada uno de nosotros en cuanto individuos sensibles, capaces de un goce estético y sujetos, como todo en esta vida, al paso del tiempo.

Intentando aportar al menos un punto de vista objetivo y evitando a la vez redundar en la valoración concreta y especializada de las piezas de sus colecciones, destacamos al menos la resonancia que encuentra una valoración tan personal y subjetiva como la que hacía Rusiñol de los objetos de sus colecciones artesanales en otros movimientos artísticos europeos que durante la segunda mitad del S. XIX centraron igualmente su atención en la misma clase de objetos, en su producción y en el peligro inminente de su desaparición. Las consideraciones sobre la actividad coleccionista de Rusiñol en contraste con otras posiciones artísticas nos da también una nueva perspectiva del sentido de su coleccionismo, situándolo en un contexto histórico y artístico más amplio y generalizado que tuvo de telón de fondo la reflexión sobre el proceso de la Revolución Industrial respecto a las formas de producción del arte.

El prestar atención a las colecciones artesanales del Cau Ferrat nos hace pensar fácilmente en movimientos artísticos como Arts and Crafts que nació en Inglaterra por los mismos años que naciera Rusiñol y se fue luego desarrollando durante los últimos años de la época victoriana hasta entrado el S. XX. Asociados a artistas e intelectuales como William Morris y John Ruskin, el ideólogo del prerrafaelismo pictórico inglés que también se asociaba con el movimiento Arts and Crafts, aquel grupo de artistas ingleses reaccionó antes los efectos de la industrialización y sus consecuencias sobre la vida moderna por lo que comportaban en la vida cotidiana misma aquellas nuevas formas mecanizadas en la producción en serie de todo tipo de objetos.

Reivindicando por el contrario la recuperación de las artes y de los gremios medievales, Arts and Crafts adoptó una actitud crítica ante la producción industrial al entender la necesidad de rehabilitar los oficios artesanales para preservar con ello sus técnicas y los procedimientos de producción tradicionales. En ese mismo contexto de reacción ante los efectos adversos de la industrialización apreciamos cómo Rusiñol protegió especialmente aquellas piezas del pasado coleccionándolas y exhibiéndolas como verdaderas obras de arte y comprendemos cómo desde el coleccionismo llegó a adoptar una idéntica actitud de valoración de las piezas de origen artesanal atendiendo a la necesidad de su preservación ante la inminente desaparición de concepciones seculares del objeto artístico al dictado del avance del progreso.

Sin pretender con lo apuntado haber ido más allá de una simple contextualización histórica de la actividad coleccionista de Rusiñol no en el estricto ámbito del coleccionismo sino en el panorama artístico general de su momento, nos queda por hacer algún comentario objetivo respecto a sus colecciones y quizás interese hacerlo, por hablar de otra cosa, de un conjunto determinado de piezas que no alcanza siquiera la consideración de colección, nunca se comentan y aún pasando prácticamente desapercibidas pueden ser sin embargo objeto de nuestra curiosidad.

Se trata de un conjunto de ocho estampas coleccionadas por Santiago Rusiñol que representan otras tantas vistas y planos de ciudades del centro y del norte de Europa y a tenor de la valoración que de ellas hace el Catálogo de Pintura y Dibujo del Cau Ferrat, presentado recientemente en febrero de este mismo año, suponen algo residual en comparación con las otras colecciones que en su conjunto componen el legado de Rusiñol pero no por ello dejan de ser interesantes o al menos eso nos parece.

Portada del Catàleg de pintura i obra sobre paper. Museu del Cau Ferrat.
Sitges: Consorci del Patrimoni de Sitges, 2019. 439 p.

Haciendo caso a nuestro catálogo entendemos que la razón por la que Rusiñol las exhibiera en la paredes del Cau Ferrat, concretamente en las de su dormitorio y en las de la sala del Brollador, no obedece a otro motivo que el de repetir el mismo esquema que el de otros coleccionistas contemporáneos suyos, reuniendo estampas con una intención más bien decorativa y, hasta cierto punto, acumulativa para dar vistosidad y diversidad a sus paredes; sin atender, por tanto, a la conservación de un material que, entonces, se consideraba fungible y fácil de restituir. Así pues, en el fondo, la inquietud de Rusiñol quedaba lejos de quien busca preservar y coleccionar de una manera programática (…) las ocho estampas corresponden a dos de los atlas más conocidos y reeditados, pero desgraciadamente dañados y segmentados a fin de comercializar las estampas sueltas.

Efectivamente, las ocho estampas de diferentes vistas y planos que encontramos en el Cau Ferrat corresponden a un primer grupo de cuatro estampas pertenecientes al Civitates Orbis Terrarum donde apreciamos:

– Una vista de la ciudad checa de Brno

Vista de Brno
Alemania, 1617
Aguafuerte y buril iluminado a mano
Museu del Cau Ferrat, Sitges. Col. Santiago Rusiñol

– Una vista de la ciudad alemana de Fritzlar

Vista de Fritzlar
Alemania, 1617
Aguafuerte y buril iluminado a mano
Museu del Cau Ferrat, Sitges. Col. Santiago Rusiñol

– Una vista de la ciudad alemana de Eschwege

Vista de Eschwege
Alemania, 1617
Aguafuerte y buril iluminado a mano
Museu del Cau Ferrat, Sitges. Col. Santiago Rusiñol

– Y un plano de la también ciudad alemana de Duisburgo junto a tres vistas de las también ciudades alemanas de Kleve, Emmerich y Gennep en la misma estampa.

Plano de Duisburgo y vista de tres ciudades germánicas (Kleve, Emmerich y Gennep)
Alemania, 1617
Aguafuerte y buril iluminado a mano
Museu del Cau Ferrat, Sitges. Col. Santiago Rusiñol

Y un segundo grupo compuesto por cuatro estampas más pertenecientes al Atlas Maior :

– Un plano de la ciudad alemana de Augsburgo

Plano general de Augspurgo
Alemania, primera mitad siglo XVII
Aguafuerte y buril iluminado a mano
Museu del Cau Ferrat, Sitges. Col. Santiago Rusiñol

– Una vista de la ciudad alemana de Kassel

Plano de la ciudad de Kassel
Alemania, primera mitad siglo XVII
Aguafuerte y buril iluminado a mano
Museu del Cau Ferrat, Sitges. Col. Santiago Rusiñol

– Un plano de la ciudad alemana de Düren

Plano de Marcoduri (Düren), de Wenceslaus Holler
Alemania, 1634
Aguafuerte y buril iluminado a mano
Museu del Cau Ferrat, Sitges. Col. Santiago Rusiñol

– Y un plano de la ciudad alemana de Aquisgran

Plano de Aquisgrán
Alemania, primera mitad siglo XVII
Aguafuerte y buril iluminado a mano
Museu del Cau Ferrat, Sitges. Col. Santiago Rusiñol

Civitates Orbis Terrarum fue un atlas publicado en Colonia en seis volúmenes entre 1572 y 1617 en el que se incluían 546 ciudades de todo el mundo: de Europa, de África, de Asia e incluso de América. Las ciudades eran representadas mediante un estilo novedoso que incluía, además de las habituales representaciones bidimensionales de los mapas, la perspectiva tridimensional y la vista de pájaro. La peculiariedad del nuevo enfoque se justificaba en la pretensión de hacer atractiva y popular una propuesta que siendo original evitara también el riesgo de una empresa comercial que iba más allá de las representaciones convencionales de los atlas mundiales publicados hasta el momento de los cuales ya había habido exitosos precedentes. Este gran Atlas se convirtió durante la Edad Moderna en la más completa colección de planos y vistas panorámicas.

El grabador flamenco Franz Hogenberg fue el encargado de realizar la mayor parte de las planchas para la estampación (la de los cuatro primero volúmenes) y Georg Braun, un cartógrafo y canónigo de la catedral de Colonia, fue el coordinador de un nutrido grupo de informantes, dibujantes y colaboradores, así como el editor y principal impulsor de una obra cuyo proyecto fue asistido en todo momento por la estrecha colaboración de Abraham Ortelius, cuyo Theatrum Orbis Terrarum de 1570 fue a su vez, como colección sistemática y completa de mapas de estilo uniforme, el primer atlas de la historia.

De hecho el Civitates Orbis Terrarum llegó a publicarse dos años después del Theatrum Orbis Terrarum y se concebía como su compañero idóneo por la similitud de los títulos y por las referencias de su tiempo sobre el carácter complementario de las dos obras. Al Civitates Orbis Terrarum pertenecen cuatro de nuestros mapas mientras que los otros cuatro pertenecen al Atlas Maior que no es otro que el Theatrum Orbis Terrarum de Ortelius que en sus múltiples ediciones y ampliaciones acabó por llamarse Atlas Novus o generalmente Atlas Maior.

Los Civitates Orbis Terrarum que aportaron representaciones de las ciudades desde perspectivas novedosas, proporcionaron además una visión integral de la vida urbana a principios del siglo XVI. Mediante la inclusión de textos latinos de carácter descriptivo que acompañan a las imágenes de aquellas representaciones y fueron redactados por el propio Braun en buena parte, se hacía referencia en detalladas leyendas a la historia y a la geografía y a otros aspectos económicos, comerciales y sociales de cada una de las ciudades representadas.

Del mismo modo, el editor añadió a los mapas figuras humanas ataviadas con la vestimenta local para dar más autenticidad a los detalles topográficos que por sí ya eran precisos (visibles éstos en las vistas de Brno, Fritzlar y Aquisgran del Cau Ferrat) e incluso, creyendo que aquellas figuras pudieran tener un efecto disuasorio, llegó a declarar con cierta ingenuidad en su introducción al Libro I que confiaba que sus planos no serían examinados por los turcos en busca de secretos militares puesto que su religión les prohibía mirar representaciones de la figura humana.

También Braun escribiría en su prefacio al Libro III que qué podría ser más agradable que la observación de la Tierra desde la comodidad del hogar adquiriendo, con la lectura de estos libros, conocimientos que sólo podrían conseguirse de manera parcial con el sufrimiento de largas y penosas travesías. Por ello resulta comprensible que aquella novedad cartográfica llegara a tener un gran éxito puesto que respondía a un cada vez mayor interés de los ciudadanos europeos por la geografía en la medida en que se ensanchaba el conocimiento del mundo debido a los nuevos descubrimientos y a las expediciones exploradoras.

La ilusión por la posibilidad de viajar aunque sólo fuera con la imaginación podía sustentarse ahora en aquellos nuevos mapas que ofrecían una más fiel representación de la realidad y ello podía hacerse desde el propio hogar y sin afrontar cualquier tipo de peligro que entonces podía conllevar cualquier viaje. Ambas producciones aparecieron además oportunamente en un momento en que aumentó el acceso a los libros imprimidos a la vez que aumentaba el poder adquisitivo en algunas clases sociales mientras a la luz del descubrimiento de nuevos mundos iba ganando terreno el género de la literatura de viajes.

Si bien el Civitates Orbis Terrarum y su complemento el Theatrum Orbis Terrarum fueron el primer intento por representar la mayor parte de las ciudades así como el mundo conocido por los europeos, suponiendo una revolución cartográfica en su momento, la pequeña colección de sus mapas realizada por Santiago Rusiñol no tiene sin embargo un gran valor desde el punto de vista del coleccionismo pero encontramos en este asunto toda una curiosidad, más cuando el erudito Robert Burton en su ensayo The Anatomy of Melancholy de 1621, obra fundamental de la literatura inglesa, afirmaba que su lectura no sólo proporcionaba una simple instrucción sino que combatiendo la melancolía elevaba también el espíritu.

Quién sabe si a pesar del simple valor decorativo de los mapas del Cau Ferrat, Santiago Rusiñol no hubiera tenido sin saberlo una buena razón personal para coleccionarlos.

Para más información sobre el tema cartográfico se adjuntan diversas referencias.

Créditos fotográficos

© Archivo Fotográfico del Consorci del Patrimoni de Sitges

Bibliografía

Catálogo de pintura y dibujo del “Cau Ferrat”. Fundación Rusiñol. Sitges. Barcelona: Publicacions de la Junta de Museos de Barcelona, 1942. 68 p.
Geografía Infinita: el blog de geografía y mapas en español. Gonzalo Prieto. En línea: https://www.geografiainfinita.com/

Jorge Pérez Vela, Guía y Atención al Público en Museus de Sitges

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