‘Notes Viscudes’, una obra de Enric Clarasó

Dibujos del año 1882, de Enric Clarasó.
En Notes Viscudes, de Enric Clarasó.
Barcelona: Llibreria Catalonia, 1931

Portada de la primera edició de 'Notes Viscudes' d'Enric Clarasó
Portada de la primera edición de Notes Viscudes, de Enric Clarasó
Barcelona: Llibreria Catalonia, 1931

A finales de 1882 el joven escultor de 24 años Enric Clarasó presentó su amigo Santiago Rusiñol de 21 al aún más joven pintor Ramon Casas que con tan sólo 17 años estudiaba pintura en París con Carolus Duran, el pintor de moda y conocido retratista de la alta sociedad de la III República francesa. Desde este primer encuentro los tres artistas conformaron entre ellos una sincera relación de amistad que se fundamentaba en el amor y la dedicación al arte, demostrada además en un incuestionable compañerismo profesional que podemos comprobar a través de las numerosas ocasiones en las que llegaran a exponer conjuntamente los tres artistas en la Sala Parés de Barcelona.

Exposició conjunta de Rusiñol, Casas i Clarasó en la Sala Parés de Barcelona
25º aniversario de la primera exposición de Rusiñol, Casas y Clarasó. Sala Parés, 1915.

                       Exposiciones compartidas, convivencias juveniles y un mutuo retratarse.

Efectivamente, desde aquel vernisagge del 16 de octubre de 1890 en el que Rusiñol, Casas y Clarasó expusieron por primera vez en la Sala Parés, con obras que ambos pintores realizaran exclusivamente en París, hasta la última ocasión en que expusieran los tres en la misma galería (desde el 28 de febrero hasta el 13 marzo de 1931), pocos meses antes de la muerte de Rusiñol en junio del mismo año, la fórmula de exponer a la vez fue explorada repetidas veces a lo largo de los muchos años de sus respectivas carreras profesionales desde que así lo decidiera el coleccionista y marchante de arte Joan Baptista Parés, fundador de la galería más importante de la ciudad desde 1877, llegando a convertir dicha fórmula en su emblema y en la oferta más rentable de un negocio que supo ver la oportunidad de dar la bienvenida a la modernidad de la mano de los tres artistas.

Aquel mismo mes de octubre de 1890 después de aquella primera exposición compartida, Rusiñol vuelve a París junto con Casas. Utrillo (con quien Rusiñol hizo amistad en el Centre d’Aquarel·listes en 1887 cuando éste había vuelto de París para encargarse de las instalaciones de la Exposición Universal de Barcelona de 1888), había alquilado un apartamento en el mismo Moulin de la Galette (rue Girardon, 3, esquina con la rue Lepic). Aquella fue la segunda experiencia de convivencia compartida entre amigos en el París de aquel entonces, después de una primera convivencia en 1889 en un caserón destartalado de Montmartre (rue de l’Orient, 14 bis) que Utrillo y Canudas habían alquilado anteriormente con la idea de llevar en comunidad una vida de bohemios. A ese ingenuo cenáculo también se añadió el joven Casas, escapando así de la tutela y protección familiar que le brindaba un primo suyo, instalado en la capital francesa para estudiar Medicina, y a todos ellos se unió finalmente Clarasó después de haber ahorrado el suficiente dinero trabajando el año anterior en los proyectos de arquitectura efímera que engalanaron la ciudad de Barcelona durante la Exposición Universal.

A Clarasó, Rusiñol lo conoció en 1881 porque el escultor tenía su taller cerca de la casa paterna de los Rusiñol en la Gran Via de les Corts Catalanes, en el entonces número 300 y cuatro años más tarde acabará alquilando con aquel amigo reciente unos bajos en el número 38 de la calle Muntaner donde, mientras el aprendiz de escultor modelaba y esculpía, el aprendiz de pintor empezaba a almacenar las primeras piezas de su colección de hierros forjados. Ese fue el primer Cau Ferrat conocido, antes de que Rusiñol imaginara el Cau Ferrat único y definitivo cuando llegara a Sitges en 1991 con 30 años cumplidos.

En 1888 nuestro pintor retratará a ambos amigos conversando en actitud informal delante del velador de un jardín en “L’accord”, pintura con la que debuta en el Salon de París des Champs-Elysées, siendo el primer documento plástico que represente la íntima amistad que mantenía con aquellos dos artistas y en 1889, consolidada ya su amistad con Ramon Casas, se retratarán recíprocamente: pintando Casas a Rusiñol de pie con una carpeta de dibujos y Rusiñol a Casas como velocipedista. Ese mismo año, Casas y Rusiñol colaboran en la decoración del Teatre Líric con motivo del baile de disfraces organizado por el Círculo Artístico y con él emprenderá después un viaje por Cataluña que dará como fruto un libro conjunto “Por Cataluña. Desde mi carro”, escrito por Rusiñol e ilustrado con dibujos y apuntes de Casas.

Un viaje en carro

Si junto al amigo Clarasó, Rusiñol idea un primer Cau Ferrat en Barcelona, en aquellos mismos años de juventud realizará junto al otro amigo Casas un viaje en carro entre mayo y julio de 1889, visitando un total de 21 localidades de la Catalunya Vella, en diversas etapas y años, y del cual dará noticia en el diario La Vanguardia cuyo director Modesto Sánchez Ortiz, empeñado en la modernización del diario, estaba atento a las nuevas voces culturales que comenzaban a emerger. Así los escritos de Rusiñol ilustrados por Casas, fueron enviados y estrenados en el diario una semana después de iniciado el viaje  apareciendo en forma de cuatro artículos periodísticos sobre la aventura. Las cartas enviadas al director forman parte de toda una serie de entregas en forma de crónicas literarias que culminarán en la serie de cartas “Desde mi molino” remitidas desde Montmartre en 1890 y podemos considerarlas en su conjunto como los inicios literarios del joven Rusiñol.

El famoso viaje de Rusiñol y Casas hizo pasar a la posteridad al autor de las misivas por la extraordinaria acogida que tuvo su colaboración con el diario entre su público lector quizá porque el viaje dio tanto de sí como para nutrir un extenso anecdotario suficiente para otorgarle al viaje visos de casi leyenda pues se llegaba a afirmar por así creerlo que los protagonistas del viaje habían llegado con su carro incluso hasta Sevilla y París.

Carro con ocho mulas de tiro, de Ramon Casas i Carbó (mayo-julio de 1889)
Pintura al óleo sobre tabla
Museu del Cau Ferrat, Sitges. Col. Santiago Rusiñol

Ramon Casas llegará a pintar sobre la tapadera de madera de una caja de higos un Carro amb vuit mules de tir. Ese es el título de la pintura que se exhibe en el vestíbulo del Cau Ferrat y suele explicarse inadecuadamente como una representación plástica de la experiencia compartida de aquel viaje entre ambos pintores. Surge en cambio la tentación de pensar que quizá Casas pintara la obra antes imaginando la cantidad de animales de carga que hubiera necesitado el carro para arrastrar el excesivo peso de todas las piezas que Rusiñol, sin duda, hubiera almacenado en el carro para sus colecciones durante tan desproporcionado viaje de haber sido cierta, claro está, aquella disparatada leyenda porque el pobre Max, el viejo y melancólico caballo que verdaderamente arrastró el carro, difícilmente habría podido con tamaña empresa.

Sin embargo sabemos de la anécdota de una diligencia arrastrada por ocho mulos porque así nos lo explica el autor de la crónica remitida a La Vanguardia y aparecida el 22 de Septiembre de 1889 referida al viaje en bicicletas de Vich a Barcelona que realizaran a finales del verano y no por ninguna de las crónicas de las jornadas del viaje en carro enviadas en meses anteriores. Entre las ilustraciones, Casas aporta el siguiente apunte de aquel carro con ocho mulas que bien pudiera haber servido de apunte de la pintura posterior del Cau Ferrat. Pero ni el artículo fechado ni ese dibujo que lo ilustra nos permite concluir que la pintura sobre madera fuera realizada in situ o inmediatamente después de vivir la anécdota, ni necesariamente en 1889.

Rusiñol, Santiago (1889): “De Vic a Barcelona en bicicleta”. En: La Vanguardia, 22 de septiembre, p. 4-5.

Es precisamente el escultor Clarasó, el amigo que no acompañó a los otros dos durante aquellos viajes, quien en su poco referida autobiografía Notes Viscudes, además de darnos unas pinceladas de cómo era aquella amistad a tres, nos da cuenta y razón en el capítulo Expansions de dónde, cómo y por qué Casas ejecuta improvisadamente la obra mientras que alguna que otra fuente describe la misma circunstancia y escenario pero no refiriéndola a la celebración del premio de una exposición obtenido por Casas como dice Clarasó sino a la celebración del aniversario de Rusiñol en febrero de 1890.

Carro alejándose por un camino, de Ramon Casas i Carbó (1892)
Dibujo a tinta y lápiz grafito sobre papel
Museu del Cau Ferrat, Sitges. Col. Santiago Rusiñol

                                                                     EXPANSIONS

   La joventut necessita expansions, i menys mal quan al fons quan al fons hi ha una afició digna; la resta és una ornamentació més o menys innocent i nosaltres, en Rossinyol, en Casas i jo, érem com molts: també teníem expansions que podíem dir-ne bromes.

   En parlar de nosaltres, en la nostra joventut de bohemis, hi havia qui deia que fèiem dolenteries; no és veritat; ximpleses, sí. Nosaltres tres, la nostra afició era l’art, tot el que era ambient artístic. Treballàvem amb fe i entusiasme; estudiàvem a les Academies i Museus, fent apunts pels carrers i als llocs que anàvem als vespres i dies de festa, estudis del natural al taller. Jo, a més de les estones que m’era possible estudiar feia treballs d’encàrrecs per viure; quan viatjàvem, fos de la manera i indumentària que fos, també estudiàvem, ells fent notes de colors i jo dibuixant.

   Treballàvem els tres dia i nit per l’amor que sentiem per l’art. De tant en tant, ens distreien algunes notes expansives com a contrast i repòs de la vida d’estudi que portàvem, i encara que ens trobàvem fora del nostre país que, per treballar amb més llibertat no teníem altre mitjà que el viure bohèmiament, fora de les privacions socials, ens era més fàcil avançar artísticament.

   I també sentíem el desig de conèixer la vida sota tots els seus caires; per això el mateix viatjàvem amb tren, diligència, tartana, carro, cavall, matxo i fins burro, i vestíem el frac o la brusa, actuant de senyors, obrers, carreters i trinxeraires, segons exigien les circunstàncies, i el mateix en llocs fins com ordinaris no deixàvem l’àlbum per fer apunts i així fèiem pràctica en el dibuix.

   En tants anys d’anar junts seria difícil i pesat apuntar tots els fets d’aquell temps. El detallet més insignificant viscut té relleu, vist de lluny, perd interès.

   Vull recordar que als 21 anys, en Russinyol, 17 en Cases i 24 jo, vàrem donar-nos la primera abraçada d’amistat. Han passat uns 49 anys. Avui hem sopat els tres junts; ha estat la continuació d’aquella primera abraçada. Aquesta és una de les obres que estic content de la meva carrera artística. Si la humanitat vulgués abraçar-se amb amor, quants mals s’evitarien!

   I perquè del recorregut de la nostra jovenesa se sàpiga que no eren dolenteries les nostres expansions, però sí ximpleses, anotaré alguns fets, perquè el que per casualitat ho llegeixi pugui per si mateix jutjar la malícia que tenien.

   Aquí, a la ciutat de Barcelona. Alguns vespres ens vestíem de maño, anàvem als cafetins més tronats i, com sempre, no deixàvem el nostre inseparable àlbum; fèiem apunts d’aquelles peces que es troben en aquests llocs. Hi havia tipus molt interessants i en donar-se compte que els dibuixàvem no s’hi enfadaven, al contrari, que s’hi posaven sèrios i quiets. En estar llets se’l miraven i algun

ens demanava que li donéssim i nosaltres ho fèiem amb la condició de deixar-s’en fer un altre.

                                                                                        *     *     *

   Com ja he dit, tots els dissabtes ens reuníem una colla d’amics pintors, escultors, literats, músics, i fèiem tertúlia fent música, llegint articles i comèdies i discutint d’art. Era costum cada mes fer un sopar amb els amics íntims i en llocs diferents. Quan no sabíem on, en fèiem algun a casa Marten, que feia bonic.

   A en Cases varen premiar-lo en una Exposició i per obserquiar-lo vàrem transformar el menjador de casa en Rossinyol com si fos l’interior d’un carro amb vela; no hi faltava cap detallet; el morral per la palla de la bèstia, la tralla; a una habitació del costat un aprenent meu feia aquell soroll de picarols que portaven al coll les bèsties d’aquell temps. En Cases en una post va pintar-hi un carro amb un rengle d’animals, que avui és al “Cau Ferrat”, a Sitges.

   El sopar era bo, però de carreter

                                                                         *     *     *

(…)

Créditos fotográficos

© Archivo Fotográfico del Consorci del Patrimoni de Sitges
© Fondo documental Sala Parés, Establiments Maragall, Barcelona

Jorge Pérez Vela, Guía y Atención al Público en Museus de Sitges

Ajuda’ns a difondre-ho

Publicada

a

per

Comentaris

Deixa un comentari

L’adreça electrònica no es publicarà. Els camps necessaris estan marcats amb *

%d