El triunfo de los Aliados: testigos de la Gran Guerra (1914-1918) en los Museus de Sitges

El 12 de noviembre de 1918 la cabecera de la mayoría de los diarios de Barcelona compartían un mismo título: el triunfo de los aliados. Era el día siguiente de la firma del armisticio entre Francia y Alemania. Un armisticio que, más allá de la parda del fuego significaba el final de cuatro años de lucha sangrienta y de sacrificio de muchos millones de vidas y esperanzas. Uno de los titulares correspondía, también, a la crónica publicada en el interior de un periódico, seguramente La Publicidad, sobre la repercusión de los acontecimientos en Sitges: “El triunfo de los aliados. Manifestación imponente. Telegrama a M. Clemenceau. Mítin en la Casa del Pueblo. Hurra a Bélgica!”. 

Banderas y murales
Y era cierto, porque más allá de la crónica y los correspondientes relatos en El Eco de Sitges y Baluard de Sitges, una imagen inmortaliza la euforia de la tarde del 11 de noviembre: la de la bandera norteamericana luciendo en el balcón de la residencia de Charles Deering –el balcón de hierro forjado procedente de Santa Coloma de Queralt e instalado en la fachada de la Placeta de Sant Joan el 1916– y, en frente, dos grandes banderas de Francia colgando de los ventanales del Palau de Maricel por encima la Puerta de Salamanca. Las astas de las enseñas de los países aliadófilos apuntaladas en las ventanas de la fachada del Palau le otorgaban un aire festivo y solemne.

Miquel Utrillo, atento al desarrollo de la guerra y en la expectativa de su fin, había dispuesto toda la escenografía de la celebración. El propietario del gran recinto de Maricel, sin embargo, no estaba. Charles Deering había salido de Sitges a finales de agosto de 1916 y no había vuelto a causa de los submarinos alemanes que surcaban las aguadas del Atlántico. En aquellas horas disfrutaba de la victoria de los aliados desde su mansión de Cutler, en Florida.

Pocos días antes de su partida, el artista Josep M. Sert instalaba una de sus más importantes obras murales y  una de las obras más emblemáticas de la residencia de Charles Deering en Sitges: el gran conjunto que, premonitoriamente, representaba el triunfo de los aliados; esta denominación pasó a caracterizar el gran recibidor de Maricel donde inicialmente Deering había guardado su automóvil. La Sala Sert es aún hoy uno de los lugares más significativos de la historia de este gran complejo artístico y arquitectónico.

Poco se podían imaginar Deering y Utrillo hacia 1913, cuando la residencia del coleccionista norteamericano crecía en volumen y en calidad de su contenido y decidían encomendar alguna obra a Ser, el pintor decorador de moda en París, que la dependencia pintada por el artista representaría uno de los acontecimientos más importantes del siglo. El encargo tuvo lugar en 1915, con la torre de San Miguel y el puente que unía residencia y palacio gozaban de pleno lucimiento. Al poco Sert presentaba a Deering y Utrillo los bocetos del encargo, que tardó un año en cumplir. Llevó a cabo seis obras, cada una con su título, algunos de los cuales fueron premonitorios y fruto más del deseo que de la realidad del momento: A Europa le ha salido un grano, La movilización de la guerra, El milagro de Santa Geneviève, La victoria llega lentamente, La derrota del enemigo y La victoria final de la guerra de 1914.

Las pinturas fueron instaladas el día después de la Fiesta Mayor de 1916, en presencia de dos destacadas autoridades francesas del momento y amigos de Utrillo: Jules Pams, senador francés y ex candidato a la República, y el diputado de los Pirineos Orientales, Emmanuel Brousse. Para Deering fue un importante evento –incluso lo publicó en el Herald Tribune de New York–, tanto como el reconocimiento que tres días antes le habían hecho en el Ayuntamiento de Sitges como Hijo Adoptivo con el otorgamiento de una placa moldeada por Josep Llimona. Actualmente, la placa en bronce luce en el porche de la entrada de su residencia en Deering Estate, la Stone House, Desde entonces, la Sala Sert fue conocida en su conjunto como El triunfo de los aliados.

Cuando en 1921 Charles Deering levantó su colección de arte y se marchó a los Estados Unidos se llevó, entre muchas otras obras de arte, las telas de Sert. La fortuna de la obra fue la de la colección de retablos góticos de arte catalán e hispánico, entre otras piezas, inmediatamente codiciadas por el Instituto de Arte de Chicago. Afortunadamente, al cabo de los años fueron localizadas y recuperadas por el Dr. Jesús Pérez-Rosales, a quien Sitges debe el regreso a su lugar primigenio de este importante y emblemático conjunto. 

Activismo, amistades y testigos
Durante la Gran Guerra, Maricel fue un importante foco de activismo aliadófilo. Las simpatías y complicidades de Utrillo con Francia y la nacionalidad norteamericana de su propietario confluyeron en un interesante posicionamiento que se manifestaba abiertamente. Los murales de Sert son el principal testigo pero no el único.

En enero de 1915 se celebró un banquete en el Palau para celebrar que los alemanes no habían conseguido tomar Varsovia. El activismo de Utrillo en la promoción de la Exposición de Arte Francés en Barcelona n2 1917 se convirtió en capital. A los manifiestos y acciones de apoyo nunca faltaban los nombres de Utrillo, Ramon Casas y Santiago Rusiñol, unidos por el recuerdo de los días que habían vivido la bohemia de Montmartre y por la estimación por Francia, que para ellos y muchos otros artistas catalanes también movilizados por la causa, era la patria del arte y de la libertad. Los tres participaron en varias expediciones de hermandad y de apoyo. Rusiñol, además, contribuyó con su afilada y sentida pluma. En justa correspondencia a los tres les fue concedida la condecoración de la Legión de Honor Francesa. El jarrón de cerámica del escultor Gustau Violet que se conserva en el Museo Maricel de la entrega de la Legón de Honor a Utrillo lleva la dedicatoria de “el más catalán de los franceses al más francés de los catalanes”.

No faltaron ni el recuerdo ni la propaganda hacia algunos de los protagonistas de la Gran Guerra. Cuando el joven escultor Jou trabajó los capiteles y ornamentos de los ventanales del último cuerpo del edificio del conjunto de Maricel, la reconversión de las casas Trowbridge en la prolongación del Palau, esculpió las alegorías de la guerra y de la paz, el retrato del escultor Gustau Viole vestido de soldad y el de la enfermera Edith Cavell, fusilada por los alemanes bajo la acusación de espionaje, uno de los hechos más populares de la retaguardia.

En el Museo del Cau Ferrat se conservan, además del diploma de la Legión de Honor otorgada a Rusiñol –donada por su bisnieto Norman Cinnamond con motivo del Año Rusiñol, en 2006– dos singulares objetos. Son dos cascos de soldados enemigos de la Gran Guerra, el de un francés y el de un alemán procedentes de los frentes de guerra que visitaron Utrillo y Rusiñol. A cien años del armisticio reposan juntos, uno al lado del otro, en un escaño del Templo del Modernismo.

En último término, para dejar constancia de todo ello y para reconstruir el relato desde la actualidad, desde los Museos de Sitges el próximo mes de noviembre dedicaremos un programa de actividades a los testigos de la Gran Guerra en los museos que llevará por título –no se podría encontrar otro más indicado– El triunfo de los aliados.

Vinyet Panyella i Balcells

Sala Sert al Museu de Maricel, amb les pintures que evoquen la Gran Guerra
El miracle de Santa Genoveva (1916), de Josep Maria de Sert, que evoca la mobilització dels taxis de París cap al camp de batalla del Marne el 1914